Ayer tuve la oportunidad de asistir, al nuevo espectáculo de la Film Symphony Orchestra en el que, para variar, nos ofrecieron un auténtico recital de piezas de la música clásica. Un concierto en el que, una vez más el maestro Constantino y su orquesta, acompañados por un coro de jóvenes de Madrid y la soprano Paloma Friedhoff, la mezzosoprano Blanca Valido, el tenor José Darío Cano y el barítono Javier Agudo dieron lo mejor de si para una audiencia que no paró de disfrutar en todo el evento. Desde aquí, dar las gracias una vez más a la Film Symphony por las entradas de cortesía para el concierto.
Dirigidos por Constantino Martínez, el concierto se dividió en dos partes, estando bastante bien ambas de ellas. Me resulta complicado quedarme con una en específico, ya que en ambas hubo momentos espectaculares, y que me consiguieron emocionar bastante. Cada una de las partes, sobre todo cuando se trataba de pequeñas suites, tenían nombres cuanto menos peculiares, tal y como confesaba Constantino antes de su presentación y como podréis ver a continuación.
Da lo mismo que se trate de bandas sonoras, o, como en este caso de música clásica, el maestro Orts sigue poniendo la misma pasión, ilusión y energía en las introducciones a lo que vamos a oír. Es alguien que ama su trabajo, y eso es algo que consigue transmitir a la audiencia que acude a ver cada uno de los eventos de esta orquesta.
Para empezar, el maestro Orts decidió comenzar con Así habló Zaratustra de Richard Strauss, para, acto seguido subir las pulsaciones a la audiencia con el O Fortuna de Carmina Burana, compuesta por Carl Off. Simplemente impresionante, si ya de por sí resulta increíble oírlo en CD, imaginad lo que es verlo en directo.
Era el momento de bajar las pulsaciones, aunque fuese de manera momentánea, para conocer las peripecias de Peer Gynt, con la música compuesta por Edvard Grieg, con las piezas La mañana y En la gruta del rey de la montaña. Esta segunda me gustó bastante, ya que comienza de manera lenta, para ir ascendiendo en intensidad, y que refleja la huida del protagonista del rey troll que quiere capturarlo para siempre.
No nos habíamos repuesto del todo, cuando Las valquirias de Richard Wagner hicieron su aparición, además de manera presencial, puesto que la soprano y la mezzosoprano hicieron acto de presencia, caracterizadas como las famosas guerreras vikingas, encargadas de llevar a los caídos en combate al Valhalla.
En mitad de esta primera parte, Constantino nos contó el origen del concierto de año nuevo, ya que hizo una selección de diversos momentos musicales que todos hemos oído alguna vez en nuestra vida. Esta selección de temas llevaba por nombre Das Neujahrskonzert, bei dem man ein schitzelchafft. Los instantes musicales escogidos fueron el Danubio azul, Rosas del sur, Tritsch-tratsch, compuestas por Johan Strauss. El cascanueces de Chaikovsky sustituyó de forma breve a Strauss, quien volvió a aparecer de nuevo en los temas Truenos y rayos, Vals del emperador, Polka Pizzicato, Sangre vienesa y Voces de primavera. El Vals de los patinadores de Émile Waldteufel fue la penúltima pieza escogida antes de que la ya famosa Marcha Radetsky cerrase esta selección.
Pese a que en el programa aparecía la famosa Marcha Radetsky de Johann Strauss, el director se negó a tocarla. Cosa que, por supuesto, acabó sucediendo, ya que el primer violín, a la que su director se despistaba, empezaba a tocarla, acompañado de la orquesta, parando en cuanto su director se giraba. Lo que fue uno de los momentos más divertidos de esta primera parte y que, como no podía ser de otra forma, fue acompañado con las palmas de los espectadores, animados por el propio Constantino.
En el momento de introducir la siguiente pieza, El cuento del zar saltarín, el vuelo del moscardón de Nikolái Rimski-Kórsakov, Constantino advirtió que, pese a su brevedad, era una de las piezas más complicadas de tocar, debido a la intensidad de la misma. En mitad de la pieza, los miembros del coro intentaban ahuyentar a un invisible moscardón, produciéndose un instante de complicidad entre el tema que estaba sonando y todos los allí presentes.
El siguiente segmento, que llevaba por nombre Insalatina di 6 opere da gustare in un sospireto, ya os dije que eran nombres un tanto peculiares, supuso una estupenda mezcla entre la música y los temas vocales, que aparecieron en no pocas ocasiones a lo largo del mismo. Los temas que formaron parte de esta pieza fueron Los cuentos de Hoffmann, creado por Jacques Offenbach, al que siguió El barbero de Sevilla de Rossini, que fue sustituido por Tosca, la inmortal pieza compuesta por Puccini. En este momento hizo instante de aparición Lakmé, y su dúo de las flores creado por Léo Delibes. Un momento que me encantó, tanto por la pieza musical como por el instante vocal de la soprano y la mezzo. Después nos fuimos de boda, con la marcha nupcial del Sueño de una noche de verano de Felix Mendelsshon, instante en el que aparecieron tanto la soprano y la mezzo, como el tenor y el barítono, portando los respectivos ramos de flores. Pero, lo mejor estaba por llegar, ya que el barítono entonó el Nessun Dorma, perteneciente a Turandot y creado por Puccini, Me encantó. Es increíble oírlo en directo.
Como parte final, antes de poner el punto y seguido al espectáculo las siguientes piezas denominadas por Constantino como Risotto di otto danze da mangiare nelle vacanze, estuvieron formadas por Pavana de Gabriel Fauré; la Danza macabra de Saint-Säens; el Capricho español de Korsakov; la Danza húngara n 5 de Brahms; la Danza del sable de Jachutiarán; las Danzas polovtsianas de Borodin y las dos últimas piezas fueron más alegres, puesto que tocaron el Can-Can de Orfeo en los infiernos obra de Offenbach y, para poner el punto y final a esta primera parte el Mambo de West Side Story compuesto por Bernstein. Esto me sorprendió, ya que se alejaba de los ofrecido hasta ahora.
Una vez recuperados del primer momento del espectáculo, era la hora de comenzar la segunda parte del mismo. La cual llevaba por nombre 3 antipasti di Carmen all'arrabiata. Y que estaba compuesta por el Preludio, Habanera y la canción del toreador, pertenecientes a la opera Carmen.
Aquí, Constantino dejó salir su faceta más traviesa y juguetona, ya que quería que la audiencia gastara una pequeña broma a Paloma. Así, cuando fuese a comenzar su parte de la Habanera, el público tenía que decir uy, cada vez que comenzase a cantar su parte. Un instante bastante divertido, pero que se vio compensado por el talento de la soprano, que luego estuvo acompañada por sus compañeros y el coro en el instante de cantar la ya mencionada canción del toreador.
Acto seguido, hizo acto de aparición la Cavalleria rusticana, de Pietro Mascagni. Simplemente impresionante, fue uno de los momentos que más me gustaron de todo el concierto, y que podéis ver a continuación, para que podáis verlo por vosotros mismos:
Después de este instante tranquilo, era la hora de subir las pulsaciones. Para ello, nada mejor que la obertura de Guillermo Tell, creada por Rossini, y quién muchos recuerdan por ser el tema de El llanero solitario.
En pizza quattro stagione di Vivaldi y Richter, Constantino ya nos avisó de lo que nos íbamos a encontrar. Lo que no me imaginaba es que se quedaba corto a la hora de describirlo. Fue uno de los instantes más bonitos de todo el espectáculo, no solo por la ejecución de la pieza, sino por el modo en que lo hicieron, con la pequeña participación del coro.
Aquí llegó el que sin duda fue, al menos en mi opinión, el momento más ligero y divertido de todo el espectáculo, en el que participaron Antoñito, el sobrino de Constantino, y su máquina de escribir para tocar La máquina de escribir, compuesta por Leroy Anderson. Me gustó mucho, tanto por la complicidad entre la orquesta y el maquinista, como por la química que se estableció entre tío y sobrino, tal y como podéis ver a continuación:
Poco a poco, el concierto iba llegando a su final. Iba quedando poco para que el evento acabase. Así La boda de Luis Alonso, de Gerónimo Giménez, me sorprendió bastante. Si bien ya había oído buena parte de la selección de temas, éste no me sonaba en absoluto, y me gustó bastante.
La penúltima selección, denominada Mizza dozzina di opere alla puttanesca, compuesta por diversos temas operísticos entre los que nos encontramos con Aida de Verdi; Gianni Schicchi de Puccini; Nabucco de Verdi; Una furtiva lagrima de Donizetti; el Coro de soldados de Gounod y La traviata de Verdi, hicieron emocionarme bastante. Si bien no he ido nunca a una opera, si que reconozco las diversas arias que interpretaron y que ganan bastante oídas en directo.
La Obertura 1812 de Chaikovski, fue la encargada de poner punto y final al evento. Una pieza que escuchada en directo es aún más espectacular de lo que esperaba.
Los bises no se hicieron esperar y O sole mío y Funicula y funicula pusieron, ahora sí, punto y final a un espectáculo y consiguió que los asistentes al mismo, dejaran el recinto con una sonrisa de oreja a oreja.
Esperemos que, en un futuro, la FSO vuelva a hacer un concierto de estas características, y que se alejan a lo que nos tienen acostumbrados, Yo, desde luego, si el año que viene hacen algo por el estilo pienso repetir.