En el libro encontramos un estudio de cada una de las cintas que componen la filmografía de Fulci, unos más exhaustivos que otros puesto que algunos de los títulos permanecen inéditos en nuestro país. Así el autor ofrece un breve resumen de los mismos, destacando las secuencias más importantes o los momentos por lo que se recuerdan esos filmes. Y es aquí donde encontramos el problema, al ofrecer un análisis tan detallado el final de algunas películas es desvelado. Si ya has visto los títulos del director romano no te importa, pero puede molestar y mucho a los que se acerquen a este ensayo y vean revelado el final de una película que tenían muchas ganas de ver.
A través de los diversos capítulos que conforman el presente ensayo el autor destaca dos elementos que son constantes dentro de la filmografía de Fulci. El primero de ellos es su uso de la violencia y el modo en que el cineasta la retrata. Mientras que otros realizadores de terror italiano como Dario Argento o Mario Bava eran más clásicos o artísticos a la hora de reflejar las muertes, Fulci era más salvaje cuando se trataba de mostrar las mismas. Baste recordar la secuencia de la astilla en Zombi 2, la del taladro en Miedo en la ciudad de los muertos vivientes o la botella rota en El destripador de Nueva York. Fulci se deleitaba en estos momentos, recreándose en el momento del fallecimiento de la víctima lo que le ha valido no pocas críticas de los periodistas más sesudos dedicados al cine y de sus detractores.
El segundo elemento presente es el profundo anticlericalismo del que hacía gala el realizador en no pocas ocasiones. Y que puede observarse en películas como Los cuatro del apocalipsis, Daemonia, Miedo en la ciudad de los muertos vivientes o Angustia de silencio por citar las más famosas y en donde las figuras religiosas no salían muy bien paradas. Bien sea por motivos de humillación al que son sometidos los protagonistas como en Los cuatro del apocalipsis, o por ser los responsables directos de los acontecimientos que desencadenan con su muerte como en Miedo en la ciudad de los muertos vivientes.
El autor del libro no oculta en ningún momento su admiración por Fulci, lo que en algunas ocasiones le permite ser condescendiente con algunas de sus producciones, pero ser también duro con aquellas que no alcanzan unos mínimos de calidad. El ensayo supone revelar la pasión por un cineasta que pese a quien le pese ya forma parte de la historia del cine de terror por méritos propios. Y que cuenta tanto con detractores como con defensores. Con este director no hay término medio, o le amas o le odias.
El ensayo se encuentra profusamente ilustrado con posters y diversos fotogramas en muy buena calidad de las películas que son analizadas en los capítulos correspondientes.
En las entrevistas que encontramos en el libro, algunas de las personas que trabajaron con Fulci ya sea delante o detrás de las cámaras como Bernard Saray, Michele De Angelis o Beatrice Ring nos desvelan como fue su colaboración con el realizador italiano. Es conocido el mal carácter del que hacía gala el director de El más allá, algo que queda contrastado en algunas de estas interviús y en algunos pasajes del ensayo. Mientras que unos lo afirman otros lo niegan, todo depende de como fuera su relación con él. Pero en lo que si están de acuerdo todos los entrevistados, era la profesionalidad de la que hacía gala realizador.
Un ensayo que satisfará a aquellos que quieran saber más sobre este director, que pese a haber desarrollado su carrera en diferentes géneros cinematográficos será siempre recordado por su aportación al terror y por mostrarnos unos zombis putrefactos que nada tenían que ver por los mostrados por George A. Romero en sus filmes La noche de los muertos vivientes, Zombi y El día de los muertos. Y que pese a alguna errata que otra, no debe de restar puntos a una obra muy interesante y que permite acercarse de manera amena a la figura de este director.