Suele decirse que segundas partes fueron buenas, y en la mayoría de casos suele ser verdad. Aunque de vez en cuando se dan felices excepciones, esta es una de ellas. Como he dicho al inicio de la reseña no se acerca al nivel de la original, y aún así consigue mantener la atención del espectador durante sus casi dos horas de duración.
A medida que avanza la trama no podemos si no sentir cierta lastima por el personaje de Perkins y por todo lo que está pasando, El actor consigue que casi nos olvidemos de los sucesos de la primera parte y de lo que es capaz bajo esa fachada aparentemente inocente. Así, vemos como los sucesos que se van sucediendo a lo largo de la película amenazan con destruir la poca cordura que le queda.
Todavía me acuerdo de cuando vi esta peli. Fue en un pase por tv y la estuve viendo hasta que el sueño me pudo, pero algunas imágenes se quedaron grabadas en mi por entonces tierna memoria cinéfila. Poco tiempo después creo recordar que la alquile en video para saber como demonios acababa. Por aquel entonces me sonaba que había una primera parte y que era famosa por cierta escena de la ducha, años después pude ver la original y huelga decir que me encantó. Y aún así, a su secuela la tengo mucho cariño, tal vez por que vi primero esta y no la original, o que hay cintas que uno le tiene una especial estima y no se sabe la razón exacta. Pero este film desde luego que mola bastante.
Otro punto que hace que merezca la pena es que la banda sonora está compuesta por un maestro como es Jerry Goldsmith, recogiendo el testigo del inolvidable Bernard Herrmann, que compuso unas cuantas partituras para Alfred Hitchcock.
Otra de las cosas por las que esta secuela mola son los asesinatos. Al estar en plena época de los ochenta, con el slasher en pleno apogeo, huelga decir que la cinta no escatima a la hora de mostrar sangre o desnudos, para alegría de los que somos fans de este peculiar género cinematográfico.
Como viene siendo habitual os dejo con el trailer:
Espero que os haya gustado la entrada de hoy.
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