miércoles, 31 de enero de 2024

libro: El hombre sin nombre

Algo tienen los asesinos a sueldo, que resultan atractivos al público. Ya sea en el manga, con Golgo 13 a la cabeza; anime, con el citado sicario o el cine, con numerosos casos, con The Killer de John Woo o León: el profesional de Luc Besson por citar dos casos, estos particulares antihéroes, han llamado la atención a lo largo de los años. La entrada de hoy, va precisamente de estos secuaces. Desde aquí, dar las gracias a la editorial, por haberme hecho llegar un ejemplar de cortesía con el que he podido hacer la reseña.


Escrito por Laird Barron, y prólogo a cargo de Rubén Sánchez Trigos, la trama nos cuenta como Nanashi, antiguo alcohólico ahora reconvertido en asesino a sueldo a cargo del clan yakuza Grulla, recibe el encargo de secuestrar a Muzaki, antiguo luchador que esta protegido por el Dragón, clan rival de la Grulla. Lo que en principio parecía un encargo sencillo, pronto se torcerá. Ya que Muzaki esconde un terrible secreto.

Más que interesante novela corta, que al principio bebe del género negro más clásico, para, en sus instantes finales, pegar un giro de 180º y dejar a los lectores con la boca abierta, puesto que nos acerca a un terror más allá de nuestro espacio y tiempo.

Es la primera vez que leo algo de este autor, y espero que no sea la última. Ya que me ha dejado un buen sabor de boca, tanto por el argumento, por como ha descrito a los personajes y las situaciones. Éstas son bastante cotidianas, y, en no pocas ocasiones, los diálogos que entablan los personajes, recuerdan a los escritos por Tarantino. Tanto por el uso de los tacos, como por ser triviales y poder ser hablados por cualquiera de nosotros.

El volumen consta de dos partes, en el primero se nos narra como el jefe del clan encarga a Nanashi, y a otros sicarios, el secuestro del luchador y como el mismo se lleva a cabo. Como llevan le trasladan a un refugio, donde tanto el secuestrado, como el secuestrador, comenzarán a estrechar lazos a pesar de la situación del primero. Pero, al llevar al rehén a un lugar abandonado, un suceso hará que toda la situación cambie, lo que nos lleva a la segunda parte.

Ésta arranca instantes después de lo ocurrido en la primera parte, y se nos cuenta las consecuencias de lo que ha ocurrido, y que nos lleva a una conclusión inesperada, pero que casa con el tono oscuro que predomina en la mayor parte del relato.

El autor sabe como crear situaciones violentas, las cuales no desentonarían en cualquier film de Peckinpah, o del ya citado Tarantino. Son estallidos breves, pero cargados de plomo, agujeros de bala, hachas y cuchillos. Es decir, armamento usado de forma habitual por estos sicarios, y de los que son grandes expertos a la hora de manejarlos.

A pesar de su brevedad, a uno le sabe a poco. No hubiera estado mal más páginas, para conocer algo más del mundo en el que se mueve el protagonista. Pese a ello, Barron nos da unas breves pinceladas sobre los ambientes y personas con las que se relaciona Nanashi.

Como buena obra ambientada en el género yakuza, no esperéis que haya buenas personas. Pueden tener una moral más humana, pero, la mayoría de los personajes que aquí aparecen, se mueven únicamente en su propio beneficio, no les importa para ello traicionar, si con ello consiguen alcanzar su objetivo.

Si os gustan las novelas criminales, que son más de lo que parecen, o, si simplemente, os sentís atraídos por el género yakuza, esta es una obra que no deberíais dejar pasar. Si sois lectores voraces, como un servidor, en un par de horas os la habréis leído, por lo que recomiendo realizar un pequeño parón para que el entretenimiento os dure algo más.

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