miércoles, 19 de octubre de 2016

libro: Pronto será de noche

Cantaba Chavela Vargas en Noches de boda junto con Joaquín Sabina "que el fin del mundo te pille cantando". Así es como les pilla a los protagonistas de la entrada de hoy, pero no precisamente cantando sino en uno de los lugares donde más a prueba se pone la paciencia del ser humano: un atasco. Sí ya de por sí es algo que ataca los nervios al más pintado, imaginad la misma situación en un apocalipsis y con un asesino rondando en el embotellamiento. Cuando llegue la noche no cierres los ojos o la próxima víctima podrías ser tú.

Escrito por Jesús Cañadas la trama nos cuenta como la población está huyendo hacía el sur del fin del mundo, en un atasco sin fin y hasta donde alcanza la vista. La aparición de un cadáver hace que Samuel, un policía atrapado en el embotellamiento, se ponga a investigar sobre la identidad del asesino antes de que vuelva a actuar cuando llegue la noche.

En poco más de 250 páginas el autor consigue enganchar a los lectores con una trama en la que la identidad del asesino, la cual queda resuelta poco antes de la conclusión del libro, llega a quedar en un segundo plano. El resto de la novela mantiene en tensión todo el rato, con una atmósfera bastante claustrofóbica pese a que todo transcurra en un espacio abierto.

Cañadas nos presenta un paisaje desértico, ardiente en el que el agua escasea y los alimentos brillan por su ausencia, lo que no hace sino aumentar la sensación de desamparo y soledad de aquellas personas que se encuentran atrapadas en el atasco. Las conversaciones que mantienen, así como los vínculos afectivos que surjen son por las circunstancias que están viviendo. Sólo se tienen los unos a los otros, son relaciones vacías.

El autor nos presenta unos personajes que no son los arquetipos que uno suele encontrarse en las producciones de catástrofes, como el gracioso, el héroe o la chica que necesita ser salvada. Aquí los protagonistas no solo huyen del fin del mundo, sino también de algunos de los sucesos de su pasado. Todos tienen algo que ocultar, tal vez el apocalipsis sirva para expiar sus pecados y redimirse en algunos casos.

En la obra la violencia aparece en contadas ocasiones, pero en el momento que lo hace el escritor no duda en recuperar el tiempo perdido. Lo que nos describe no tienen nada que envidiar al cine de terror con casquería. La sangre parece salpicar las páginas. Pero lo que causa más inquietud a los lectores son las relaciones y situaciones por las que atraviesan los protagonistas. Se encuentran excitados la mayor parte del tiempo tanto por el calor como por lo que están viviendo. Y a los lectores se les transmite esa sensación, se meten en la trama y les gustaría ayudarles dando agua o alimentos, pero no pueden.

Después de haber escrito una novela más ligera y con tintes de aventura en Los hombres muertos, cuya reseña podéis leer en el siguiente enlace http://cinefagia80.blogspot.com.es/2014/09/libro-los-nombres-muertos.html el autor cambia de registro en el que es su trabajo más reciente y nos ofrece un libro y seco, donde no hay lugar para la esperanza.

Durante toda la obra es como si los lectores se metieran en un combate de bóxeo con Mike Tyson, la tensión va subiendo poco a poco hasta que llega el momento en que el lector recibe el golpe que lo envía a la lona. Y cuando lo recibe cuesta levantarse por lo impactante que resulta.

La conclusión, que por supuesto no voy a desvelar, se ve venir ya desde las primeras páginas y no molesta. Todo lo que ha ido construyendo el autor casa, haber finalizado la obra de otra forma hubiera sido traicionar el espíritu que se había ido formando.

Una de las mejores novelas que he leído en lo que va de año y perteneciente a la colección Valdemar Insomnia, a la que pertecenen títulos como John muere al final de David Wong; Extraños eones de Emilio Bueso o Disforia de David Jasso.  Y sin duda el trabajo más maduro de su autor.

Una novela recomendable si os gusta una visión distinta del fin del mundo ambientada en nuestro país y donde no hay lugar para los héroes.




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