Escrito por Teresa Hernández, quién ya apareció hace unas cuantas entradas en este blog, la trama es la siguienta: Ángela es una anciana que ante la grave enfermedad de su hija Aurora, ha de hacerse cargo de su nieta adolescente Nines. La actitud de la niña al principio es huraña, pero poco a poco la visión que tiene de su abuela irá cambiando, a medida que la misma le va desvelando los que fueron sus grandes amores a lo largo de su vida.
Sorprendente cambio de registro con el que nos sorprende la autora. Si en la obra ya reseñada aquí eran todo risas y optimismo, aquí olvidaros del primer factor, apenas hay instantes ligeros y en cuanto a lo segundo, pues creo que también lo transmite, aunque no del modo del que todo el mundo piensa. Pese a que su argumento pueda recordar a los típicos telefilmes con el que Antena 3 nos bombardea fin de semana si y fin de semana también, en realidad hay mucho más. Basta con escarbar un poco para darse cuenta de ello.
Cierto es que hay momentos duros, yo diría que no nos abandonan en su lectura en casi ningún instante. Pero por desgracia, puede basarse en datos reales, por mucho que nos cueste reconocerlo y asumirlo. En algún momento puede que hayamos oído historias parecidas, bien sea por la televisión o de oídas por gente que conocemos. No tanto en el pasado de la protagonista, sino por lo que tiene lugar en el momento presente y que nos narra la grave enfermedad de Aurora.
Mencionaba en el párrafo que inauguraba la entrada, que nos narra el devenir histórico y sentimental de la protagonista. Este es un hecho más que evidente, desde finales de los años 50 hasta nuestro días, Ángela irá conociendo a una serie de hombres en etapas importantes de su vida, que la marcarán de una u otra forma. De ellos aprenderá a amar, a sentirse una mujer libre, sentirse valorada o encontrar de nuevo el amor cuando creía que ya no lo podría hacer de nuevo, pese a su madurez y belleza.
En lo que respecta a su nieta, Nines es una adolescente con lo que ello conlleva. Tiene sus traumas, sus complejos e inseguridades, algo que poco a poco se va derrumbando antes nuestros ojos, para alegría de su abuela, que ve con orgullo como esta niña va cambiando a medida que llega a comprender y apreciar más a su abuela. Se puede decir que ella es la que sirve de confesora y oyente, ejerciendo de testigo de los diversos avatares de la madre de su madre.
Aurora tiene un papel anecdótico, pero aún así muy importante. Es sobre ella la que recae la trama, pese a no aparecer apenas, la trama gira en torno a ella. Se puede decir que sin ella, no hubiera habido novela. Es el detonante, lo que activa todo y que hace que arranque de la forma en que lo hace.
Cuando acabe la lectura, me quedé enfadado con la autora. En los dramas hay que dar instantes de respiro al lector, para que esté no se lleve todo los disgustos de golpe. Hay que dejarles momentos de respiro, algo que apenas ocurre, parece que Teresa nos quisiera demostrar que no todo es justo tanto en la vida literaria como en la real. Lleva razón, pero como decían en 800 balas " hay que aprovechar los instantes entre putada y putada para disfrutar, no divertirse cuando uno puede es uno de los mayores pecados ". Y esto es algo que apenas concede la escritora, cierto es que hay momentos ligeros, pero son los menos. Por eso cuando llegan, no queremos que se acaben.
La narrativa es efectiva, los personajes están bien construidos y pese a lo dura que pueda ser su lectura, la recomiendo si buscáis un drama bien escrito y con protagonistas que te caen bien casi desde que los vemos desfilar por primera vez ante nuestros ojos. Si os gustan los dramas protagonizados por mujeres de hoy día, no lo dudéis y haceros con la obra. Seguro que no os arrepentiréis.
Espero que os haya gustado la entrada de hoy.
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