El género negro es uno de mis favoritos, ya sea en literatura o en el cine. Los ambientes sórdidos, con tipos duros, mujeres fatales y frases cortas, pero lapidarias, siempre me ha llamado la atención. Hoy en el blog vamos a hablar de la secuela de una novela negra que tuvo buenas críticas cuando se lanzó. Una segunda parte que nos trae de vuelta a este sicario y que supera a su predecesora. Desde aquí dar las gracias a la editorial por hacerme llegar un ejemplar para reseñar.
Escrito por Pablo García Naranjo, la acción arranca donde acabó la primera parte, con un Coburn herido, cansado y queriendo dejar todo atrás. Para ello decide trasladarse a Humilladero, cerca de la frontera con México y donde Quint, su antiguo compañero del ejercito, gobierna a sus anchas. Pero como Coburn comprobará, a veces es imposible dejar atrás quien eres y sin pretenderlo tendrá que volver a hacer aquello que mejor sabe, cuando se vea en medio de una guerra por tráfico de drogas.
Con su último trabajo el autor vuelve a la novela negra, después de haber escrito en géneros tan dispares como el terror o la ciencia ficción. Y es en este terreno donde mejor parece desenvolverse. Las situaciones y personajes son puro noir, aquí apenas existen personajes buenos. Todos los que aparecen son criminales, y tan solo se mueven por los intereses que mejor les convengan para su futuro. Y es en este mundo donde Coburn parece tener algo de brújula moral, y quien sabe diferenciar entre lo bueno y lo malo. Pero tal y como se demostró en la primera parte, a veces hacer lo correcto no es siempre lo más conveniente y trae consecuencias.
Tal y como hiciera Richard Stark, seudónimo de Donald Westlake, en Payback de Coburn tan solo se sabe su apellido. Es un hombre más conocido por sus acciones y su profesionalidad a la hora de ejecutar los encargos para los que ha sido contratado, que por su pasado. Si bien el personaje sería un villano en la vida real, no ocurre así en el literario donde es una especie de héroe en un mundo plagado de criminales. Y es que resulta casi imposible no ponerse de su parte a las pocas páginas de esta secuela, y más conociendo los sucesos que tuvieron lugar en la primera parte.
Aquí nos encontramos con un Coburn más viejo, más desencantado y más harto de todo. Tan solo quiere vivir en paz, pero es algo que el destino parece negarle. Y pese a ello, sigue siendo un cabrón duro de pelar. Puede que no sea igual de fuerte, pero la experiencia en este mundo es un grado y no duda en emplearla para salir airoso de las situaciones peligrosas en las que se verá envuelto.
Las frases que dicen la mayoría de los personajes son como un puñal, cortas, concisas y frías. Y es que los hombres que y mujeres de este mundo son más de acción que de palabras. Para ellos una bala o un puñetazo tienen más comprensión que una larga parrafada. Y son precisamente las situaciones de acción las que tienen lugar en algunos instantes de la novela las que atrapan aún más a los lectores.
Cuando tienen lugar estos momentos la violencia estalla, y el autor no duda en describir con detalle estos instantes. Y es que son estas ocasiones las que ayudan a liberar toda la tensión que se ha ido acumulando. Es como el vapor que suelta una olla a presión, si no lo soltara la olla explotaría. Aquí es lo mismo, los tiroteos hacen que todo lo que los personajes se estaban guardando ayuden a soltarlo. Y los mismos están muy bien descritos, el autor los hace muy visuales y cinematográficos lo que sin duda favorece a que sea más dinámico y espectacular.
Con La misericordia del verdugo el autor vuelve a trasladarnos a la década de los años cincuenta, a pesar de que la historia tiene lugar veinte años después. Coburn,, al igual que hicieran los criminales de los 50 quiere cruzar la frontera y vivir sus últimos años en paz. México era el destino escogido por los forajidos, un lugar donde poder gastar el dinero acumulado y poder bañarse en sus aguas y huir del frío clima de la ciudad en donde desempeñaban sus trabajo, normalmente Nueva York o Chicago. Es por ello que para ellos México era una especie de paraíso, donde poder huir del infierno que era su vida.
Algunos libros suelen traer como extras ilustraciones, notas del autor sobre como se gestó la obra, algún pequeño relato ambientado en el libro que acabamos de leer etcétera. Son pequeños premios y una forma de recompensar a los lectores. Aquí en futuras ediciones deberían regalar una botella de bourbon y un paquete de cigarrillos. Ya que es lo que a uno le apetece tomar mientras lee las peripecias de Coburn, así la lectura resulta más satisfactoria y ayuda a meternos en el universo criminal que nos ha descrito el autor.
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