Los edificios donde están ubicados nuestros hogares suelen ser lugares en apariencia apacibles y, en donde rara vez, suele ocurrir nada. Pero el cine de terror y algunas obras literarias enmarcadas en este género, nos han hecho ver que no es así y que, en ocasiones, los peores monstruos viven entre nosotros tras la apariencia de amables ancianos o educados hombres. Precisamente es en un edificio con secretos donde se ubica la reseña de hoy, la cual ha sido posible gracias a que fui el afortunado ganador de un sorteo que realizó el autor. Así pues veamos que historias alberga el Secret Garden, lugar donde tiene lugar la trama de la entrada de hoy.
Escrito por Carlos Navas, en el que es su debut en la novela larga tras haber coordinado las antologías Esta noche conectaremos con el infierno y Dejen morir antes de entrar la trama nos cuenta como en una tormentosa noche, los inquilinos del edificio Secret Garden vivirán una noche difícil de olvidar. Lo que pasó en el interior lo conocerán los lectores a través de llamadas telefónicas interceptadas por la policía, así como de los informes policiales que ayudan a esclarecer lo que allí ocurrió.
Dentro del libro los lectores se encontrarán con tres partes diferenciadas, además de las dos primeras arriba citadas y que hacen referencia a las llamadas y mensajes, luego nos encontraremos con dos epílogos en el que dos protagonistas principales tendrán una última conversación antes de, teóricamente, despedirse hasta una próxima ocasión. La forma en la que están narradas cada una de estas partes, o episodios por así decirlo, es original y arriesgado. Me explico, en un principio puede parecer algo engorroso el estar leyendo conversaciones telefónicas como si se tratara de un guión escrito para cine o teatro, pero nada más lejos de la realidad. En eso radica principalmente el encanto de la obra, en que los lectores sean participes del juego que les propone el escritor.
Como si se tratará de un rompecabezas que acabamos de abrir, el autor nos va proporcionando las piezas que irán encajando poco a poco. Y es que aunque al principio pueda parecer todo un poco caótico, de forma progresiva iremos conociendo a los inquilinos y conociendo los secretos que no se han atrevido a confesar a otras personas. Los lectores de esta forma actúan como una especie de vigilantes, observando de forma neutra como los acontecimientos se van sucediendo y siendo conscientes de que algunos de los habitantes del inmueble merecen el final que el destino les tiene deparado para ellos.
A medida que les vamos conociendo, los lectores comienzan a empatizar con algunos de los inquilinos, puesto que sus historias poco a poco se van entrelazando, hasta llegar a una sangrienta conclusión, la cual se nos desvelará en los informes policiales donde se nos explicará el destino de algunos de los habitantes que albergaban terribles secretos.
Es en esta segunda parte donde el autor deja salir su faceta más salvaje y violenta. Y es que el autor, no se corta un pelo a la hora de describir como fueron encontradas las víctimas que aparecen en los informes policiales. Aquí se pueden encontrar algunos guiños a la saga cinematográfica Saw e incluso Seven. Y es que el asesino, que luego se desvelará como una especie de justiciero que acude para resolver entuertos de manera harto expeditiva, utiliza su imaginación a la hora de dar su merecido a aquellos que, por sus crímenes y secretos, merecen morir. Se podría decir que este vengador es el hijo que Jigsaw y John Doe hubieran criado, y viendo los resultados no hay duda de que ha tomado buena nota de las lecciones de sus progenitores.
El lenguaje utilizado por el autor aquí es bastante explicito. Uno no puede sino visualizar las torturas y muerte llevadas a cabo por el misterioso justiciero, e imaginarse las mismas plasmadas sobre la pantalla, ya sea cinematográfica o televisiva.
En lo que respecta a los dos epílogos, los lectores podrán conocer algo más acerca del justiciero, y de su relación con uno de los habitantes del edificio. Aquí es donde el autor ofrece a los lectores con un giro inesperado y que, sin duda, puede sorprender a más de uno. Y es que desvela un momento en apariencia insustancial para la trama, pero que se desvela como vital en el devenir de los acontecimientos. Como si se tratara de una partida de póker, el escritor tenía oculto su as bajo la manga para obtener la mano ganadora con la que terminar de satisfacer a los lectores de su novela.
En el tramo final de la obra las redes sociales cobran una importancia capital. Y es que es a través de las mismas, por las que el vengador conoce los secretos que ocultaban sus víctimas. Como si se tratara de un cazador, las observa, va aprendiendo sus costumbres, y una vez tiene los datos suficientes pone su venganza en marcha. Hoy día parte de nuestra vida privada queda reflejada en estos sitios web, donde contamos parte de nuestras vidas a los que son nuestros amigos, sin ser conscientes de que cualquiera puede usar esa información para usarla en nuestra contra.
El libro es un thriller simpático, entretenido y que se disfruta de principio a fin. La obra cumple con el objetivo para el que fue escrita, que no es otro que el de ofrecer momentos de evasión a todos aquellos que se acerquen a ella. Si sois voraces lectores, os la podréis acabar en un par de horas. Ya que a pesar de contar con poco más de 200 páginas, el volumen se lee en un suspiro.
En estas fechas aparecerá la segunda parte, pero cambiando el lugar de la acción a un avión. Sin duda será interesante ver que nuevas maldades ha imaginado el autor para esta ocasión. Y ojalá que aquí volvamos a encontrarnos con nuestro justiciero particular.
Si os gustan los thrillers que están contados de forma distinta a lo habitual, o si disfrutáis de cintas ubicadas en edificios con Rec, Jungla de Cristal, La comunidad o La semilla del diablo no lo dudéis y dadle una oportunidad al libro. Seguro que no os arrepentiréis.
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