Wham! cantaba "Wake me up before you go go" y Green Day "Wake me up when September ends". Y ahora, el autor de La chica que oía canciones de Kurt Cobain nos invita a despertar, pero la intención de abrir los ojos después de la vigilia del sueño, dista mucho de ser algo agradable. Así pues, veamos que nos tiene deparado el autor de Matt el Rojo, en el que es uno de sus trabajos más recientes en papel, y que ya fue publicado de forma previa en formato digital.
Escrita por Miguel Aguerralde, la trama nos cuenta como el fiscal Marcus Crane se retiró del oficio después de condenar a la silla eléctrica al criminal Richie Santoro, quién juró venganza contra el letrado. Ahora, dos años después de su muerte, comienzan a aparecer una serie de cadáveres mutilados, y que siguen el patrón del ya fallecido criminal. ¿Se trata de un simple imitador, o, si tal y como sospecha Crane, se trata de algo de carácter sobrenatural?
Tal y como se puede comprobar por el argumento, nos encontramos ante un thriller de manual, en donde el autor mete unas gotas de tinte sobrenatural, que más tarde se esclarecerán a medida que los acontecimientos se van desarrollando. Y es que Aguerralde, no es la primera vez que se adentra en el terreno del suspense. Ya en sus libros de Matt el Rojo, de lo mejor de su obra, el escritor ya daba muestras de su querencia por el género, en donde las pistas van siendo diseminadas a lo largo del relato, hasta llegar a una conclusión que dará con la clave para dar con el asesino.
La obra está escrita en primera persona, algo característico dentro del género negro. Baste recordar los ejemplos de Chandler, Hammett o Spillane, por citar tres casos, en donde el protagonista va descubriendo las cosas casi al mismo tiempo que los lectores. De esta forma, la información les va llegando a ambos por igual, pero es el detective el que resuelve el caso al dar con una pista o detalle que al lector se le había pasado por alto. Aquí pasa lo mismo, tanto a Crane como a los lectores la información les llega casi a la vez, y no será hasta el final cuando el misterio quede resuelto.
Y es precisamente el desenlace, que por supuesto no voy a desvelar, el único pero que se le puede poner a la obra. Pese a que el mismo se puede ir intuyendo, personalmente me hubiera resultado más interesante si la resolución hubiera ido por otros derroteros. No es que sea malo, dista mucho de serlo, pero tal vez otro final hubiera resultado algo más sorprendente del que finalmente nos ofrece el autor.
En la contraportada del libro, se nos habla de la obsesión. Un tema que marca la vida del protagonista de la obra. Y es que desde que nace, hasta llegar a su etapa adulta, la obcecación por ser el mejor y en no decepcionar a su familia que quiere que siga la tradición en leyes, es algo que queda grabado en Crane. Quiere ser el mejor, por eso se retira cuando encarcela a Santoro. Siente que ha alcanzado su objetivo, y que ya no le queda nada por demostrar a nadie, ni siquiera a si mismo.
Si algo ha caracterizado la obra del escritor, es que sabe como atrapar a los lectores. Crea tramas que resultan adictivas, y que de vez en cuando se ven salpicadas por estallidos de violencia, unas veces más sangrientos que en otros. Aquí, los crímenes están narrados de forma bastante bestia, y harían las delicias de cualquier psicópata de una cinta de terror de los ochenta. Y es que los crímenes están narrados de forma bastante visual y cinematográfica, de forma que parece que los estemos viendo en una pantalla, ya sea de televisión o cinematográfica.
Un nuevo ejemplo del talento del autor, y del acierto de la editorial a la hora de seguir apostando por autores patrios a la hora de sacar novelas, ya sean de terror o thriller. Esperemos que tanto uno, como la otra, nos sigan deparando alegrías. Tal y como lo han hecho hasta ahora.
Si os gustan las novelas de suspense, con unas gotas de terror, y un poquito de carácter sobrenatural, no lo dudéis y dadle una oportunidad. Seguro que nos arrepentiréis.
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