Después de tres entradas dedicadas al terror, hoy dejamos los sustos apartados y nos centramos en algo un poco más amable, pero que en su parte final resulta bastante más amarga y cruel que cualquier cinta de horror, tal y como explicaré más adelante. Pese a ello, en su mayor parte resulta un canto a la imaginación y a la amistad en toda regla.
Escrito por Carlos Sisí, e ilustrado por Begoña Fumero, el libro nos cuenta la historia de Nils, un niño que vive en el pueblecito noruego de Tanem, y que posee una gran imaginación. Un día de sus vacaciones de verano, nuestro protagonista conoce a un troll herido al que bautiza como Berka, lo que supondrá el inicio de una amistad entre ambos.
Y como decían en el 1,2,3 hasta aquí puedo leer. Ya que poco más se puede decir de la obra, sin desvelar algunos de los giros que nos tiene preparados el autor, y que he de decir que me sorprendieron. Si bien alguno me sorprendió, otro no lo hizo tanto, sobre todo el que cierra el libro.
El autor ya ha demostrado que puede cambiar de género sin problema, baste citar como ejemplo su paso por el humor en Historias con alma, o la space opera en Panteón. Si bien es en el terror el terreno donde más alegría ha dado a sus seguidores, eso no quita para también sepa desenvolverse en otros ámbitos literarios y seguir demostrando su valía. Y aquí lo vuelve a demostrar.
Este libro, tal y como he indicado en el párrafo que inauguraba esta reseña, un canto a la imaginación y a la amistad. El protagonista no necesita de móviles o internet para vivir mil y una aventuras. Tan solo de su inventiva, y de su pasión por leer.
Esto me gustó bastante, que en los tiempos en los que estemos actualmente y en que muchos jóvenes y adolescentes están pendientes de sus consolas y móviles, el protagonista pase de utilizar la tecnología, pese a estar viviendo en pleno siglo XXI, y seguir leyendo libros y utilizar su imaginación para vivir mil y una aventuras.
Pero además, la obra nos habla acerca de la soledad. Primero por parte de Nils, que tan solo tiene a su madre, puesto que su padre los abandonó. Y ve en el troll, no solo un amigo, sino también la sustitución de la figura paterna que falta en su vida.
El mismo caso que se le puede aplicar a la madre de nuestro protagonista. Se encuentra sola, apenas se relaciona con nadie fuera del trabajo, y tan solo encuentra algo de diversión al salir de su oficio y tomar algo en el bar del pueblecito. Ella también está sola, pese a tener a su hijo, y saliendo a tomar algo puede mitigar algo esa soledad.
Por último el troll, se encuentra solo, desconfiado y herido cuando conoce a Nils. A medida que se van conociendo, una relación de amistad irá surgiendo y le hará ver que no todos los seres humanos son malos como pensaba en un principio.
A medida que avanza la novela, dos tramas paralelas se irán desplegando, ambas ambientadas en el mundo de los adultos, y que poco a poco se irán juntando hasta relacionarse con la principal de Nils y el troll. Estos dos argumentos secundarios son más amargos y duros, todo lo contrario que el principal, que demuestra ser más amable, humano y tierno.
Pero es al llegar a los instantes finales de la obra, cuando la realidad y el mundo de los adultos golpea de lleno a los lectores y a Nils. El final es como recibir un gancho de Mike Tyson, nos envía a la lona y tardamos en recuperarnos. Al acabar de leer, estaba impactado y cabreado. No podía creerme como había acabado. Pese a que unas páginas antes me lo podía oler, me esperaba otra conclusión. Aún así, es una gran obra.
Y no me olvido de las maravillosas ilustraciones a cargo de Begoña Fumero. Éstas son en blanco y negro, y sirven de perfecto acompañamiento a las palabras del autor de Los Caminantes.
Con este libro, Carlos demuestra que no hay género que se le resista.
Un libro recomendado para adolescentes, pero que no recomiendo para niños menores sobre todo por su duro final.
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