Dentro de la filmografía española, existen pequeñas joyas y directores que merecen la pena reivindicarse. Es lo que ocurre con la entrada de hoy, donde el realizador nos ofrece una cinta que bascula entre el cine negro y el cine con moralina, lo que no está mal pero si el primer elemento hubiera primado sobre el segundo tal vez el resultado hubiera sido distinto. Lo que no quita para que nos acabemos encontrando con un filme bastante interesante.
Dirigida por Julio Coll, que se encarga del guion junto a José Germán Huici, la trama nos cuenta como Víctor, Arturo Fernández, es un joven vividor que no duda en aprovecharse de los demás, ignorando que con su conducta puede acabar haciendo daño a aquellos que le rodean. Entre quienes se encuentran su amigo Carlos, Carlos Larrañaga, Laura, Yelena Samarina, una joven enamorada de él o María, Rossana Podestà, dueña de un hotel cercano a la playa a quien Víctor conoce de manera fortuita tras una noche de borrachera que le lleva a su establecimiento.
Esta no es la primera película que veo del realizador, puesto que años antes vi Distrito quinto la cual recomiendo ver, y en donde vuelven a coincidir Arturo Fernández y Carlos Mendy, que en la entrada de hoy desempeña un rol secundario pero vital en el desenlace de la trama. Es en éste film de cine negro, antecesor a Reservoir dogs, donde Coll muestra su talento a la hora de dirigir cine negro.
Aquí Arturo Fernández vuelve a desempeñar ese rol de caradura vividor, por el que mucha gente le conocimos por La casa de los líos o Trúhanes. Pero, a diferencia de estas producciones donde su personaje es simpático, aquí es todo lo contrario. Es un interesado, no le importan las consecuencias de sus actos en absoluto. Vive al día, aprovechándose de las mujeres y pasando sus noches de barra en barra.
Es aquí donde el filme cojea puesto que quiere mostrar a los espectadores un filme moral, tal y como se nos advierte con los párrafos que hay antes de que comienza la producción. No hay que olvidar que estamos hablando de una cinta de 1958, realizada en Barcelona por lo que la moral y buenas costumbres estaban a la orden del día. Y si su protagonista va por la senda del mal camino, su final tiende a ser el esperado, para advertir a los espectadores de lo que les puede ocurrir si siguen igual.
La cinta está bien, donde lo que más destaca es la actuación de los actores, en donde todos rayan a un buen nivel, pero es Fernández quien se lleva el gato al agua. Su rol amoral hace que no te caiga simpático en ningún momento, es el polo opuesto al rol de galán pícaro y romántico que vino desempeñando en los últimos años de carrera.
Su duración, inferior a los 90 minutos hace que pase en un suspiro, a pesar de sufrir un pequeño altibajo hacia mitad de metraje, en los que Víctor parece encontrar el camino de la redención junto con María, pero, como se suele decir, la cabra tira al monte. Es como si la naturaleza de Víctor le empujase a hacer el mal, ya sea de forma voluntaria o no.
Lástima que Coll no hubiera tirado más por la faceta de cine negro, sin duda hubiera sido interesante ver como Víctor va enredando, aún más si cabe, a todos aquellos en su red. Pero, afortunadamente, aquellos que escapan de la misma han visto la luz, e inician su propio camino a la redención. Hilando muy fino, se puede decir que Víctor es una especie de demonio, tentando a todo aquel que se acerca a él.
Si os gusta descubrir cintas de cine español, sin duda la entrada de hoy es una buena oportunidad para hacerlo.
Espero que os haya gustado la entrada de hoy.
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