El pasado viernes se estrenó Renfield, una cinta que supone una nueva vuelta de tuerca al mito del conde Drácula. Y de forma más concreta a su ayudante Renfield, que se convierte en el protagonista absoluto del film, quedando el vampiro por excelencia en un segundo plano. Y, aún así, cada vez que aparece, roba el protagonismo al personaje principal.
Dirigida por Chris Mckay, realizador de Batman: La Lego pelicula o La guerra del mañana, y escrita por Robert Kirkman y Ryan Rydley, la trama nos cuenta como Reinfield, Nicholas Hoult, está harto de servir a Drácula, Nicolas Cage, por lo que busca ayuda en un grupo de terapia de personas dependientes. Mientras tanto, en la ciudad de Nueva Orleans la íntegra policía Rebecca, Awkwafina, busca acabar con la corrupción dentro del cuerpo, a la vez que intentará terminar con el tráfico de drogas de la familia Lobo, liderado por su líder Ella, Shohreh Aghdashloo, y su hijo Teddy, Ben Schwartz. No pasará mucho tiempo, hasta que los caminos de todos ellos se crucen.
Ya desde el comienzo del film, éste nos atrapa. Rinde homenaje al Drácula de Browning, con ese buen prólogo rodado en blanco y negro, donde se nos muestra el comienzo de la relación entre amo y criado. Y de como Renfield, busca su libertad después de mucho tiempo sirviendo a su amo. Ya está harto de esa vida, pero se muestra dependiente del vampiro.
Y esto es, precisamente, la gran baza de la producción. Uno puede pensar, que se trata tan solo de una comedia de terror, que lo es. Pero, más en el fondo, nos habla de las relaciones y personas tóxicas. De como nos atrapan en sus redes, y resulta complicado salir de las mismas. Por ello, resulta bastante irónico, por no decir acertado, elegir a la figura de Drácula como vampiro emocional.
Lo mejor del film es, como no podía ser de otra forma, Cage. El bueno de Nic, vuelve a encarnar a un colmilludo 34 años después de hacerlo en Besos de vampiro. Pero aquí está desatado, sobreactuado, y pasándolo en grande. Los detractores del intérprete, dirán que no sabe actuar. Pero estamos hablando de un tío, que ha trabajado con Scorsese, Lynch, Coppola o Woo. Tiene talento y, cuando tiene el realizador y guión adecuado, lo demuestra. Baste recordar su rol en Pig.
Hoult y Awkwafina tienen química, lo mismo que Hoult con Cage. Todos ellos se complementan bien, y tienen momentos para su lucimiento. Ya sea en los instantes más serios, como en los más divertidos y desatados, los tres principales protagonistas son conscientes del tipo de producción que es. Se lo pasan en grande, y de paso lo hacen los espectadores.
Uno de los aciertos de la cinta, son sus instantes gore. Están bien repartidos y son bastante bestias. Pero no exentos de un humor bastante negro. Cada vez que hacen aparición, uno no puede evitar soltar una carcajada, y es que, uno no puede evitar reírse viendo como Renfield desmiembra a personas, y utiliza estos miembros cercenados como armas.
Otro de sus puntos a favor es su duración. Poco más de hora y media. Va directa al grano, y no necesita de historias, o personajes innecesarios para alargar la trama de forma injustificada. Y eso es de agradecer, ya que, a día de hoy y salvo alguna que otra excepción, la duración media de la mayoría de filmes suele ser superior a las dos horas.
Mckay saca buen partido del presupuesto de 65 millones de dólares, y ahora tan solo queda esperar a que la taquilla acompañe. El realizador sabe mover la cámara, y contar una historia original que, tal y como he mencionado unos párrafos atrás, tiene chicha.
Si os gustan las comedias de terror bestias, o si sois seguidores de Cage, éste es un film de obligado visionado.
A continuación, os dejo con el tráiler de la entrada de hoy:
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