El mito del hombre lobo es, junto con los vampiros, fantasmas y muertos vivientes, una de las figuras más clásicas y recurrentes a la hora de crear historias de terror, ya sea en forma de letras o en imagen real. Así pues, el licántropo es el protagonista de la entrada de hoy. Pero desde una perspectiva interesante, en donde dejan de ser villanos y los monstruos son de otro tipo. Desde aquí dar las gracias a la editorial por hacerme llegar un ejemplar de cortesía con el que poder hacer la entrada de hoy.
Escrito por Cristian Blanco, el libro nos cuenta como Casiano, Sergio y Nando, tres amigos adolescentes, pasan sus vacaciones de Semana Santa en el pueblo de Santa Gardenia, ubicado en Barcelona en el año 1996. Lejos están de imaginar el vuelco que darán estos días de asueto al conocer a la enigmática Lluvia, ni las peligrosas aventuras que les aguardan.
Este libro se toma su tiempo a la hora de ir presentándonos a los personajes. Los vamos conociendo y las circunstancias que rodean la vida de cada uno de ellos, siendo la más dura la de Nando. Cada uno de ellos son adolescentes sin habilidades que les hagan destacar, pero poseen un alto sentido de la amistad y camaradería. Por lo que no dudan en apoyarse los unos a los otros, y dar la bienvenida a la recién llegada al pueblo, lo que acarrea el primer amor y la revolución hormonal típica de esa época.
Una vez hemos conocido a los principales personajes, y aquellos secundarios que tendrán importancia en el devenir de los acontecimientos, la acción va cogiendo velocidad hasta llegar a su sangrienta conclusión. Antes la sangre aparecía en momentos puntuales, pero necesarios para que la historia avanzase, pero es en los momentos finales cuando el autor pone toda la carne en el asador y ofrece a los lectores instantes que no tienen nada que envidiar a cintas de terror con licántropos como protagonistas, como Aullidos o Un hombre lobo americano en Londres.
Tal y como se puede ver por el argumento, uno puede ver la influencia de Super 8 o Stranger Things. Y es que los adolescentes de estas producciones también han de vérselas con seres sobrenaturales. Pero mientras que tanto la una como la otra incorporan el factor nostalgia de aquellos años, aquí la misma brilla por su ausencia. Salvo por alguna que otra referencia a las videoconsolas o series que estaban de moda en aquella época. Al autor no le hace falta plagar su obra de homenajes para hacer avanzar la historia, aquí los personajes y sus acciones son lo importante.
A pesar de su tono de aventuras, dentro de la novela también encontramos drama, sobre todo en las partes de la historia centradas en Nando y su familia, unas gotas de suspense y el ya mencionado terror. Todos estos elementos son mezclados y agitados por el autor, para ofrecer a los lectores un trago que deja con buen sabor de boca, a pesar del agridulce final de la obra. Pero nadie dice que todas las historias han de tener una conclusión feliz para sus protagonistas.
El libro, además de la amistad, habla a los lectores de la importancia de la familia y de como nos vemos ligados a la misma. Las hay mejores, como la de Sergio o Lluvia, y peores, como la de Nando. Y son las acciones de los adolescentes lo que hace que se sientan más ligados o no a aquellos que forman parte de su entorno más cercano. Mientras que unos se sienten más integrados, como es el caso de Lluvia, otros como Nando encuentran más amor y confianza en aquellos que no comparten vínculo familiar alguno con él.
El toque sobrenatural está muy bien integrado, y además sirve de homenaje a la mitología escandinava y a cierto lobo participe del Ragnarok. Es precisamente este lupino el gran villano de la historia, además del padre de Nando, y a quien nuestros protagonistas, tanto humanos como licántropos, tendrán que hacer frente en el violento y sangriento final, tal y como he indicado unos párrafos atrás.
Con este nuevo libro, la editorial vuelve a dar a los seguidores una nueva alegría y demuestra que se está convirtiendo en un buen referente en lo que a literatura de género patrio se refiere.
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