Ayer por fin, tras un largo período de espera, se estrenó la tan esperada cuarta parte de John Wick. Dicen que lo bueno se hace esperar, algo que, por supuesto, se cumple aquí. Casi tres horas de puro espectáculo, en donde apenas se le concede un minuto de respiro al espectador.
Dirigida por Chad Stahelski, y escrita por Michael Finch y Shay Hatten, la trama nos cuenta como John Wick, Keanu Reeves, tendrá que poner sus habilidades a prueba una vez más, si quiere salir con vida de la multitud de asesinos enviados por la figura de El Marqués, Bill Skarsgard.
Además de los intérpretes arriba mencionados, también aparecen los habituales de la saga Winston, Ian McShane, el Rey del Bowery, Laurence Fishburne, y Charon, interpretado por el recientemente fallecido Lance Reddick. A ellos se les unen Donnie Yen en el rol de Caine, asesino ciego; Clancy Brown como El heraldo, un mensajero de la alta mesa; Hiroyuki Shanada interpretando a Shimazu, propietario del hotel Continental de Osaka; Shamier Anderson como el buscador o un irreconocible Scott Adkins como Killa.
Impresionante, no se me ocurre otra forma de definir la cinta. Ya desde el comienzo, los espectadores ya saben lo que van a encontrarse. Una ensalada de hostias y tiros, en los que nuestro protagonista recibe más palos que una estera, pero que no le impedirán conseguir su objetivo de escapar, de una vez por todas, de la Alta Mesa y sus secuaces.
Como si se tratase de un film de James Bond, nuestro protagonista irá viajando de una parte a otra del globo. Ya sea Tokio, Nueva York, Berlín o París, John no deja de enfrentarse a enemigos que tratarán de asegurarse que no cumpla con su venganza.
Lo mejor del film son, sin duda alguna, sus set pieces de acción. Destacando, por encima de todas, las que transcurren en el tercio final en París. Desde un bien filmado y coreografiado tiroteo en mitad del Arco del Triunfo, para luego pasar a una autentica maravilla filmada en plano cenital en una casa, donde John se irá deshaciendo de los asesinos de forma harto espectacular, hasta concluir en las escaleras del Sacre Coeur, Stahelski nos regala las que son, sin duda alguna, las mejores secuencias de la saga.
No es que el resto no molen, que lo hacen y mucho, estamos hablando de John Wick, niños y niñas. Baba Yaga, el hombre del saco, y ya sabemos de lo que es capaz nuestro héroe. Pero es que hay que reconocer que en París, Stahelski y su equipo echaron toda la carne en el asador.
Otro de los aciertos del film es Skarsgard. De nuevo vuelve a interpretar un villano al que da gusto odiar. Parece que ha nacido para interpretar al antagonista de turno. Aquí, su Marqués es un malo cobarde, que se oculta tras sus secuaces, y que hará todas las trampas posibles para salir victorioso de su enfrentamiento con Wick, ya que sabe que en el cuerpo a cuerpo no tiene nada de hacer.
La química entre los personajes de Reeves, Fishburne y McShane sigue siendo igual de fluida. Parece que nacieron para interpretar esos roles. Sus diálogos están cargados de humor negro, saben que esa es la vida que escogieron, como si estuvieran destinados a ella. De ahí que en cada encuentro se demuestren respeto y admiración mutuos.
En los instantes en los que no hay acción, que son escasos, se celebran reuniones en los que tanto los antagonistas como los héroes, deben decidir que hacer a continuación para salir victoriosos de la misión que se han propuesto.
La cinta ha tenido un presupuesto cercano a los 100 millones, y luce como si hubiera costado mucho más. Ello es obra del equipo de especialistas, y a que apenas hay pantallas verdes. Y si las hay, no las noté. Todo se basa en la acción física, en persecuciones rodadas a la antigua usanza y en el rodaje en sitios naturales y no en estudio.
Wick sigue siendo ese personaje en apariencia indestructible, pero, tal y como se podía apreciar en la entrega anterior, pese a salir victorioso de los enfrentamientos, cada vez le cuesta más alzarse con la victoria. Los enemigos son cada vez más numerosos, están mejor equipados, pero carecen de las habilidades de nuestro héroe, lo que supone la diferencia entre vivir y morir.
Si acaso el único pero que le puedo ver, es que Yen apenas tiene momentos en los que lucir sus habilidades marciales. A ver, instantes de acción tiene, en los que reparte tiros y espadazos, pero no le dejan lucirse todo lo que sus seguidores esperamos. Algo que, por contra, si hace Adkins. Pese a ser una especie de Pingüino, demuestra moverse igual de bien que cuando no está caracterizado como el personaje de Killa. Sigue pegando hostias como panes, a ver si, de una vez por todas, Adkins consigue pasar a la primera división del cine de acción y se deja ver en más producciones como esta.
El final, que por supuesto no voy a desvelar, supone el broche de oro perfecto a la saga. Si hacen una quinta parte bienvenida sea, pero, en opinión de quien esto suscribe, la cinta queda bien tal y como finaliza. No hay que estirar tanto el chicle. Además, que dentro de poco tendremos el spin off Ballerina interpretado por Ana de Armas, y la serie el Continental.
La cinta cuenta con una escena postcréditos, que tampoco voy a reventar, en donde se nos desvela el futuro de un personaje importante de la cuarta parte. Te deja con la miel en los labios, y con la intriga de lo que va a pasar. Para verla, tendréis que esperar a que pasen todos los títulos de crédito.
Tanto si sois seguidores de la saga, como si os gusta el cine de acción, os recomiendo ver la película. Una auténtica pasada, que nos mantiene atentos a la pantalla durante todo su metraje, en donde uno se olvida de mirar el reloj, gracias al ritmo que le sabe imprimir su realizador.
A continuación, os dejo con el tráiler de la entrada de hoy: