Hay quien dice, que la risa es una de las mejores medicinas. Si eso fuera posible, esta obra sería sin duda un gran remedio. Puesto que casi desde su comienzo, hasta su final, las risas están aseguradas. Así pues, veamos que nos depara esta comedia de Aristófanes.
Muy divertida obra, que supone una buena adaptación por parte de Mir a nuestros días. No son pocas las ocasiones, en las que el director y guionista, traslada a nuestros días esta comedia clásica.
Son estas pequeñas indirectas al pensamiento de nuestros días, las que arrancan no pocas carcajadas al público. A ello ayuda el bien hacer de sus actores, y la complicidad que tienen con el público.
Y es que, la audiencia participa en unas cuantas ocasiones a lo largo de la obra, no son pocos los instantes en los que el público participa, aunque sea de manera testimonial, en algunos momentos de la representación.
Resulta interesante, cómo se produce un ejercicio de metateatro, si es que existe tal término, en donde el público asiste a una representación de teatro, a la vez que se representa al público.
A lo largo de la representación, no son pocos los números musicales que nos encontramos. Aquí, hay que destacar el registro vocal de Cristina Almazán, que me sorprendió gratamente. En ocasiones, cada vez que cantaba, parecía una cantante de ópera.
La obra, supone tanto una crítica a la escuela de pensamiento socrática, como a todo aquellos que nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino.
La escenografía es simple, pero no por ello menos efectiva. Aquí se demuestra que, no hacen falta grandes decorados, si los mismos se suplen con gran imaginación.
No hay que poner ningún pero. Los gags funcionan, los intérpretes demuestran una gran compenetración entre ellos, y de paso con el público, y transmiten su buen rollo a la audiencia.
Si os gustan las obras basadas en el teatro clásico, actualizadas a nuestros días, no lo dudeis y dadle una oportunidad. Seguro que no os arrepentiréis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario