Escrito por Alba Quintas Garciandia, la trama nos cuenta como años después de la masacre John, un estudiante que sobrevivió, vuelve al lugar de la tragedia y empieza a rememorar los hechos de la misma. Su relación con sus amigos Noel, Tony, Gabrielle, Lucy y de forma especial con Kit y Emily. Pero también de como conoció a Chad y Landis, alter egos de los verdaderos autores de la matanza.
Si por algo se ha caracterizado la autora hasta la fecha, es por la construcción de personajes en cada una de sus obras anteriores. En esta ocasión vuelve a ofrecernos unos personajes ricos en matices, destacando por encima de todos los de Kit y John. Dos personajes con muchas capas y aristas, quienes, a pesar de su amistad, no terminan por conocerse del todo a pesar de compartir muchos buenos momentos. Las palabras que mejor pueden describir su relación son miedo e inseguridad. Miedo de Kit a que se sepa su secreto, inseguridad de John para no hacer frente a las situaciones que se suceden a raíz del suceso en la discoteca, lo que marcará un punto y aparte en su amistad con Kit y el resto de sus amigos.
En cuanto a Chad y Landis, la autora nos los presenta como dos jóvenes solitarios que sufrían las burlas de sus compañeros, lo que acabó derivando en la matanza. La autora no trata en ningún momento de que sintamos algún tipo de simpatía por estos asesinos, ni hacer que sintamos lastima por ellos o justificar los hechos que acabaron desembocando en la tragedia. Son dos personajes con mucho odio y rencor en su interior, y tan solo se tienen el uno al otro hasta el momento en que conocen a John.
Además de la evidente crítica a la violencia sin sentido y por las armas, los temas principales de la novela son la relación entre causa y efecto y las relaciones entre personas. Toda acción tiene su reacción, algo que el protagonista vivirá de primera mano. Si hubiera actuado de otra forma en según que situaciones, tal vez su futuro hubiera sido distinto. En cuanto a las relaciones no hay que guardarse secretos, confiar en nuestros amigos y dejarse llevar por lo que dicta nuestro corazón.
El tono de la novela es pesimista, tanto por los sucesos que narra como por su conclusión. Es una novela demoledora, que nos golpea de forma dura en un par de ocasiones y hace que nos cueste recuperarnos. A pesar de la dureza de la novela y de su marcado tono trágico, al final queda un leve resquicio para la esperanza al dejar John sus fantasmas atrás e intentar seguir adelante con una vida marcada por la tragedia.
Capítulo aparte merecen las ilustraciones a cargo de Estefanía Portillo, destacando la última en la que se puede ver a Noel, Kit, John y Tony en tiempos más felices. Cada uno de los dibujos, ilustrados en un precioso blanco y negro, son una maravilla y con muy buenos trazos realistas.
Escribir sobre Columbine no resulta un tema fácil, por ello hay que aplaudir la labor de documentación llevada a cabo por la autora. En determinados momentos de la novela nos ofrece tanto los extractos reales del blog de uno de los autores de la matanza, como la transcripción de audios y que tuvieron lugar mientras se sucedía la masacre.
El trabajo más maduro hasta la fecha de la autora y que seguro le deparará no pocas alegrías en futuros premios literarios. Un libro que vale tanto para jóvenes como adultos, y que es un claro alegato por la paz y rechaza la violencia en cualquiera de sus formas y manifestaciones.